¿Cómo se escribe desde el amor?

Lucas siempre había escrito desde el dolor. Las situaciones más caóticas eran las que realmente lo inspiraban, las que disparaban alguna musa en los lugares más insospechados.


El desamor era el peaje justo que conducía a la autopista del infierno, esa serpiente interminable, imposible de vencer. Allí donde los bares no cierran y los tragos te cuestan la vida. Allí donde las paredes del baño se escriben con bilis. Donde el mismísimo Lucifer oficia de maître y te acomoda en el lugar más oscuro. Allí donde es frecuente compartir la mesa con Artaud, Baudelaire, Burroughs o Bukowski. Allí donde Van Gogh pinta sus mejores cuadros y luego se corta una oreja sin que a nadie le cause estupor. Desde ese lugar Lucas manchaba servilletas con pequeños garabatos.

Una noche de lluvia Lucas decidió tomar el desvío hacia el sur y entro en el primer bar que encontró, se acodo a la barra y pidió su primer trago. Fingió estar a gusto con el lugar y puso su mejor cara, mientras que con su pie seguía el ritmo de la música. Alguna señal que todavía no podía descifrar lo llevo hasta allí. Giro la cabeza y ahí estaba ella “rara como encendida”, decía Cadícamo y el tango no dejo de sonar en su cabeza por el resto de la noche.

Lucas no podía entender lo que le estaba pasando. Pensó que tal vez era amor, pero inmediatamente descarto la idea. Pidió otro trago y de un sorbo lo termino. Salió del bar, subió al auto y condujo hasta su casa casi sin pestañar. Tomo su Olivetti e intento plasmar en el papel aquel sentimiento, pero nada le salía. El cesto desbordaba de papeles rotos y las musas brillaban por su ausencia. Hasta que un título se le vino a la mente: “¿Cómo se escribe desde el amor?” Y desde esa noche no paro de escribir.